Los
pacientes de Ángel Grillo habrán de
recoger de este libro una desconcertante
imagen del doctor. Porque no ha de ser fácil
reconocer al pulcro médico de los
subsuelos de Impasa, ciudadano en los
reinos de la Asepsia, en la figura de un
hombre con camisa leñadora y pantalón
vaquero, gorra de lana, botas y lentes de
sol, además de un grueso rompevientos. Es
que el libro de Carlos Mendive sorprende
lo ocurrido cuando Grillo canjeó la
certeza puntual de sus diagnósticos
mediante tomografía y angiología
computada, por la aventura de la
investigación científica: una actividad
que compromete a la imaginación más de
lo que suele creerse. Y, en este caso, un
desafío que reclama también el riesgo y
el coraje. Pero, si esta metamorfosis del
doctor Grillo puede resultar sorprendente,
más acaso lo es esta otra circunstancia:
el protagonista incuestionable de esta
odisea austral no protagoniza,
propiamente, nada, desde que la Antártida
aparece aquí como el blanco confín que
ha borrado las fronteras de las
nacionalidades, para la edificación de
una patria de la solidaridad. Allí, una
viva lección cotidiana muestra la
insuficiencia de cualquier acción
individual y la necesidad que cada hombre
tiene de los otros. Es curioso que este
redescubrimiento de la índole
esencialmente social de la criatura humana
ocurra -precisamente- cuando el hombre ya
no está casi en sociedad, sino librado a
sí mismo en el escenario de implacables
leyes biológicas y cambiantes meteoros.
El relato de Carlos Mendive tiene la
fuerza suficiente para aislar al hombre -a
los hombres, mejor dicho- y enfrentarlos a
la tranquila frialdad de algo tan seguro e
incomprensible como el propio destino.
Bien se echará de ver que -con todo esto-
también Carlos Mendive está distinto en
este libro, y su metamorfosis no es menos
sorprendente que la transformación del
doctor Grillo. En primer lugar, estamos
habituados a ver cómo sus ojos -detrás
de los cristales, es claro- escudriñan el
mundo bien conocido de rincones, historias
y personajes montevideanos. Aquí, Mendive
solicita a su fantasía -si bien
alimentada por una información cuantiosa-
lo necesario para pintar una geografía
remota y una humanidad diferente de la que
se usa. En segundo lugar -y salvo en
alguna situación excepcional o algún
giro coloquial empleado al azar- no hay
aquí humor de ninguna especie, de modo
que Mendive aparece destituido de lo que
es su natural oficio y vocación. El
asunto - si bien se mira- no es de poca
monta, porque desde Bergson se sabe que la
risa es la sanción a los otros, de modo
que, en su suspensión, Mendive habría
sido ganado por una sutil forma de la
solidaridad que es también hija de la Antártida.
En algo, sin embargo, permanece Mendive
igual a sí mismo, y es en su habilidad
narrativa. El lector verá por sí mismo
con cuánta destreza está aquí jugado
cierto enigmático personaje -el alemán
inseparable de su perro- que existe para
la curiosidad. Se apreciará, asimismo,
que cada capítulo gira en tomo a algún
hecho de interés narrativo: a un
incidente novelesco, se estaña a punto de
decir. Y sin embargo, el relato no concede
nada a la novela -ni una sola trampa, ni
un solo pasaje para la seducción inauténtica-
y se mantiene en los límites de la crónica.
Mendive sigue siendo, en suma, el
periodista, aunque no sea fácil enlazar
la seriedad de su trabajo con el ánimo
habitual de su "Farándula".
"Un
Cálido Rincón" es un libro que nace
como consecuencia de sucesivos encuentros
y charlas entre un investigadora un
narrador. El Dr. Bartolomé A. Grillo
viaja a fines del año 1985 a la Antártida.
Permanece en la Isla Rey Jorge -donde está
emplazada la base científica antártica
"Artigas"- más de tres semanas.
Secundado por sus ayudantes técnicos,
emplaza un laboratorio en la referida
base. Durante ese tiempo examina la sangre
y demás órganos de los pingüinos con el
fin de hallar determinadas sustancias
aptas para combatir la arterioesclerosis
en el ser humano. A su regreso, relata sus
vivencias a Carlos Mendive. El libro
recoge no solamente la experiencia científica;
sino, que, a través de su desarrollo, el
lector ingresa a una desconocida zona que
ofrece a cada paso las acechanzas de sus
grutas, mares y oreas, como asimismo, nos
hace conocer la solidaridad que nace entre
los individuos que conviven entre sus
hielos y extremas temperaturas.